martes, 9 de octubre de 2007

LA RAZON PRIMA ANTE LOS SENTIMIENTOS.

A veces pienso como obstaculizan los sentimientos, la sensiblería, el sentimentalismo, al crecimiento y desarrollo de la persona. La ofusca, la confunde y muchas veces la lleva a caminos sombríos. Yo que no soy amigo de estos pensamientos, me rindo ante ellos. Más razón, cabeza y sensatez hacen falta, claro está con ingredientes como los que mencioné arriba, pero que prime la razón, ya que ésta nos libra de muchos apuros. A saber, no se es frío y calculador, pero si sensato, firme y coherente. Una mente clara ayuda más que muchos ojos llenos de lágrimas, el conocerse es parte del crecimiento de la persona, por ende debe primar el raciocinio, que puede enseñarnos a hacer la criba de la vida, elegir y distinguir lo bueno de lo malo, o mejor lo correcto y sano para uno, de lo perjudicial a largo plazo. Pero si quiero ser completamente sincero, cuantas veces caemos en el descrédito propio, en la contradicción, ya que somos seres puramente viscerales, reaccionamos de acuerdo con las circunstancias que nos rodean.

Hay una historia que bien podría aplicar, la de una viejecita, la típica beata del pueblo que todos los días iba a la iglesia y le pedía al santo de su devoción, que le concediera el milagro de ganar un premio grande en los juegos de la once. Año tras año, día tras día la mujer recurría religiosamente a la iglesia y hacía el mismo pedido a su santo predilecto; cierta mañana, al encontrarse arrodillada ante la imagen de su santo, sucede lo increíble, una aparición milagrosa y portentosa. La mujer llena de lágrimas se encuentra entre estupefacta y expectante, esperando la buena nueva, las palabras que le dirigiría el santo. El santo al fin decide hablar, y se dirige a la viejecita de la siguiente manera… “Hija mía, tus ruegos hace años que son escuchados, y hace años que han sido atendidos favorablemente, por favor ¡juega el BILLETE de una vez!!.
Moraleja: nos arrastramos muchas veces con nuestros propios sentimientos, cuando deberíamos estar de pie y reaccionando cabalmente, con razón, con hechos concretos.

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